Sevilla, 14 de octubre de 2022
Buenas noches queridos, queridas, qué alegría veros, qué bien poder abrazarnos, hablar sin mascarilla, hablar ya sin miedos, porque el lunes, las personas mayores seguiremos siendo libres… esto último es lo mejor, de verdad.
A ver si hay suerte y nos dura mucho el chollo. Perdón, el privilegio. Perdón, nuestro derecho. Llámenlo como quieran, pero llámenlo y que siga existiendo, eso os deseo a quienes aún estáis en activo.
Me gustaría empezar por mis agradecimientos, que podrían ser en muchos casos, los vuestros.
Agradecimientos clásicos, de toda la vida
Gracias a la niña que fui y se enamoró de la escuela.
Gracias a mis hijos, mis conejillos de Indias con las TIC, la lectura y tantas cosas, a mi nietísima, ojo con ella cuando entre en la escuela, y a su madre, a mi alumnado, a mi familia, a mi padre y a esa madre que me dio a mí el ser.
Y también, a todos vuestros padres y madres, por regalarme vuestra compañía hoy y sobre todo, vuestra ayuda en los momentos duros, algunos durísimos.
Ojo, que han sido muchas y más, las risas, también como directora, y con esas me quedo para disfrutar y regodearme; con lo feo sólo y únicamente, para no olvidar lo que aprendí del ser humano, porque hay que ver lo que se aprende en una dirección de escuela pública sobre el ser humano, ¿verdad?
De EDUliderazgo ya si eso, hablamos luego.
Agradecimientos a la familia elegida que también te elige
Gracias a mis amigos y amigas. Los de verdad. No son pocos y son maravillosos, me sostuvieron y me salvaron. De norte a sur y de este a oeste, cosas de las TIC, ya sabéis. Un lujo que, seguramente, debí merecer o no estarían a mi lado. Hasta estoy convencida de que no los hubiera perdido, a los de verdad, ni trabajando juntos.
De la montaña de amigos sobresale la cabeza de mi alter ego, Pepe Lozano, otro que también creyó, y cree, que podría cambiar el mundo desde la escuela pública que tenemos. Gracias, insensato, por tu insensatez. Ojalá un ejército como tú.
Agradecimientos de amistad
Gracias a Lidia por su habilidad para traerme hasta aquí y, encima, hacerme hablar. Le dije sí cuando quería decir no porque me emocionó su confianza en que yo pudiera abrir la boca en público… sin liarla.
A mis amigas y amigos de tantos años de escuela, los que me enseñaron tanto y me sostuvieron, y a quienes, también, pude sostener y acompañar.
Unos son docentes, otros fueron mis maestros y maestras y muchas, muchísimas, madres y padres que confiaron en mi manera, incluso con mis maneras, de hacer las cosas.
Agradecimientos profesionales
A todas y todos mis colegas de ASADIPRE. Sin excepción, gracias. Os deseo valentía para plantar cara a quienes, claramente, no os tratan bien ni os han puesto una secretaría general de echar horas extra sin fin y no tenerlo en cuenta paná.
No olvidéis para quién trabajáis, no agachéis nunca la cerviz ante políticos mediocres y eventuales y os dolerá menos.
Lo único permanente en la escuela es el alumnado y su aprendizaje, y a ellos os debéis.
Gracias a las dos inspectoras que disfruté. Todavía no sé si me escuchaban por interés en lo que les contaba o porque era la manera más rápida de que me callara. Les pido perdón por las veces que me pasé de la raya… Ojalá una inspección más comprometida y hasta el fondo, en el futuro.
Gracias muy especiales a los equipos directivos y a la administrativa que trabajaron conmigo en un colegio que hoy es un vergel, pero tuvo momentos de ser el más tremen de la comarca. Me sostuvieron sin dudar cuando fui temeraria o pintaban bastos. No creo que haya profesionales/personas mejores que quienes me acompañaron en los momentos peores, tuve muchísima buena suerte, la misma que les deseo. Es imposible vivir situaciones a veces dantescas y no salir dañados, pero quedarse con lo bueno y reírse de lo malo es un arte y una obligación, y a eso me dedico ahora.
Tremendamente especial para mí fue la que considero sin duda alguna, humana y profesionalmente, la jefa de estudios premium. Hay personas que llegan un tiempo a tu vida sólo para ayudarte a salvarla. Gracias un millón de veces, Macarena.
Gracias al ETCP de cada año, compañeras y amigas que a cambio de más trabajo, colaboraban y tiraban del carro y me aguantaban con afecto.
Y gracias a todos los directores y directoras de Tomares en los días que coincidimos, un magnífico colchón donde dejarse caer.
Agradecimientos políticos y sociales
Gracias tremendas a quienes consiguieron para nosotros la jubilación anticipada a una edad en la que, da igual lo estropeado que tengamos lo de fuera, apenas unos rasguños, estamos con más ganas de todo lo bueno que nunca y más en paz que ayer, pero menos que mañana.
Gracias a los sindicatos, a los manifestantes del momento, a los políticos que firmaron. A la juventud les digo: a ver qué votáis, genios.
Agradecimientos terapéuticos
Dar también las gracias a la mala gestión de los políticos de turno que no nos proporcionaron, y siguen sin hacerlo, lo necesario para profesionalizar el oficio, impidiéndonos así facilitar el desarrollo del talento de quienes menos recursos económicos tienen.
Gracias sobre todo a quienes directamente y sin pudor me hicieron la vida imposible, no por mi trabajo que no podían hundir, sino porque les caía gorda; docentes y no docentes que, siendo muy pocos, muy pocos, en un colegio de muchos, muchísimos, hacían tanto ruido que terminaban robando la paz, el tiempo y la energía necesarias en este trabajo tan duro, dañando así, directamente, el aprendizaje del alumnado. Gran problema este que os tocará intentar resolver día tras día, porque es un problema común que no debéis tapar nunca, aunque la Inspección no os haga caso.
No permitáis, asadiprensas mías, permitidme el femenino genérico por el aconsejado ahorro en el lenguaje, que en nombre de los cuatro duros que cobráis de más y el exceso de responsabilidad con ausencia de autonomía, que imposibilitan un liderazgo educativo real, os digan que insultaros, difamaros o ignorar vuestras indicaciones, también llamadas órdenes, va en el sueldo, porque no es verdad.
En resumen, que las malas condiciones laborales, incluso personales, pueden ser el último y definitivo empujón para agradecer la prematura salida, para salir con ganas de salir, y anular la nostalgia del que podría ser, si hubiera justicia, el trabajo más bonito del mundo, la educación pública.
Vamos a terminar
Terminados los agradecimientos y, a riesgo de haber olvidado a alguien importante, a favor o en contra, nos quería contar que casi nos estropean la salida después de 40 años de servicio a la escuela pública, año arriba, año abajo, duchándonos en un sinsentido de gel hidroalcohólico que casi arden los colegios, mientras nos regateaban en lo importante.
Nos trataron con condescendencia y nos dejaron a los pies de los caballos entre las familias que exigían un derecho de su prole y un porcentaje de la docencia, que aún en 2020, creía no tener la obligación de estar al día con la maquinaria y el uso de Internet, que a los niños ricos les salvó el curso.
Todo esto y más lo sufrimos las y los responsables de la Dirección y aún así, salimos adelante con mucho más que dignidad y profesión. ¿Os acordáis de las amenazas de cárcel por obligar al uso de la mascarilla y por lo contrario? ¿Y los de Salud diciendo que tú decidas, que hoy es burbuja y mañana se pinchó y todos a clase? Historias y más historias que merecerían libros y libros.
Con heridas injustas y con golpes que quizá alguno nos correspondía, pero no todos, salvamos una situación dantesca casi con lo puesto, ¿y qué hicimos con todo eso? Os recordaré la historia del corcho pedagógico pero MUY tuneada, que es muy larga y he cambiado inspector por directora, que es más real, y donde seguro que os veis.
Una directora llega a la clase y ve a la maestra escondida bajo la mesa mientras el alumnado la está liando parda.
Le pregunta a la maestra qué ocurre y esta contesta que no tiene láminas, ordenadores, libros de texto y que no sabe qué enseñarles sin estos recursos, que en secretaría no le dan nada y que hay más niños que niñas y ya se sabe lo malo que es eso.
La directora ve un corcho en la mesa y pregunta al alumnado qué es aquello, ¡un corcho!, gritan con ganas.
Les pregunta de dónde sale el corcho. De la botella, del alcornoque, de un árbol, de la madera… respondía la chiquillería.
A continuación les pregunta qué se puede hacer con la madera. Sillas, una mesa, un barco…
Ahora les pide que dibujen un barco, que lo dibujen en un mapa y lo pongan en el puerto más cercano, que digan a qué estado pertenece, a qué provincia, dónde hay otro puerto cercano, si es fluvial o marítimo, si conocen algún escritor o pintora o cantante de ese país, si saben qué produce aquella región y así hasta el infinito, se montó la tía una secuencia de aprendizaje en dos sentás.
Dicen, yo no me lo creo, que la maestra, conmovida, le dio las gracias y se puso a la tarea.
A la semana, la directora volvió a visitar la clase porque esa era su obligación, y vio a la maestra, otra vez, acurrucada tras el escritorio mientras niños y niñas se subían en las mesas, gritaban y hasta se pegaban entre ellos.
¿Qué ha pasado? ¿No funciona lo que le expliqué?
Sí, no lo he olvidado, menos mal que has vuelto porque no encuentro el corcho, ¿te lo llevaste tú?
Moraleja: quien no tiene alma de docente, nunca encontrará el corcho.
Sé que en la dirección escolar pública, en las condiciones actuales y en general, hemos sacado el máximo rendimiento al corcho, lo vean los demás o no. Y por eso mismo, como mujer, maestra, madre, contribuyenta y ahora, abuelísima, os doy las gracias por no haberos rendido, independientemente del resultado.
Aprender de los errores nos hace grandes y mañana, por ejemplo, vuelve a ser el día 1 de nuestras vidas así que a seguir equivocándose, porque eso será señal de que seguimos intentándolo, de que movemos el mundo, de que seguimos viviendo.
Gracias infinitas.